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Sirva este pequeño artículo como homenaje a una gran mujer, llena de vitalidad, Maria del Carmen Garrigós Gosálvez, gerente de “Bondía” en el barrio de Cañaret de San Juan de Alicante. A pesar de que nos dejó en octubre de 2021, son muchas las personas que a día de hoy se enteran y se entristecen de su pérdida.
Estas son las sentidas palabras que su hija Andrea ha querido compartir con todos a través de diarioclub.com y Radio Club FM, para conocer mejor su historia y su vida.
El despacho de pan y cruasantería "Bondía" se abrió en 1993, regentado por Mª Carmen Garrigós Gosálvez. Tenía unas mesas dentro y otras en la terraza para tomar café. En su momento la Maigmona era la calle principal de paso desde el centro del pueblo de San Juan hacía el colegio Rajoletes y el antiguo Instituto Lloiça, por tanto mi madre tenía mucha clientela.
Aparte, antes de la crisis del ladrillo en el barrio del Cañaret, había muchos obreros, y venían a desayunar y llevarse los bocadillos y litros de cerveza fría, ya que mi madre abría a las 6:30h de la mañana.
Era un negocio que funcionó de maravilla durante muchos años, era un lugar de reunión de muchas mamás que volvían del cole, dónde mi madre vendía pan de la panadería Escoda, Benimagrell y Pelailla (otra panadería de Muchamiel).
Además ella realizaba toda la bollería, horneada cada día, magdalenas, cocas tapadas, de mollitas...Y en días especiales también hacía monas en Pascua, roscones y turrón en Navidad, tartas de San Valentín... Ella se reciclaba mucho acudiendo a cursos de la CDT de Alicante, dónde aprendía nuevas recetas.
Todo funcionó bien, hasta que se hizo la nueva carretera hacía Muchamiel, y además empezaron a abrir grandes supermercados cerca.
En los últimos años, antes de cerrar, mi madre restauró la tienda, la dividió en dos negocios. Mantuvo el servicio de panadería en el lado más pequeño, y en la parte grande, abrió “LA VIÑA delicatessen”, un bar de productos gourmet. No tuvo mala acogida, pero al ser en 2009, no fue un buen año para mantener un negocio. Por tanto, finalmente en 2011 tuvo que cerrar definitivamente.
Es una pena que se cierren negocios así, dónde no solo se ayuda a que una familia, formada por mi madre y por mi, una mujer divorciada, pueda emanciparse, subsistir y criar a su hija. Sino también porque era un sitio dónde mi madre vio crecer a muchos hijos de vecinos, compartió risas y apoyos con los clientes-amigos que por allí pasaban. A día de hoy, estas personas se enteran de la noticia, y se entristecen de su fallecimiento, como si hablaran de alguien de su familia.
Además Andrea ha escrito una breve reseña dedicada a su madre:
“MAMÁ”
La “panaera”, la Garri, la pequeña, Mamen… Tenía muchos nombres, tantos como gente la quería. Era la pequeña de 10 hermanos, una familia grande de Alicante. Una saga de grandes docentes la precede. Una familia típica de aquel entonces, los hijos que pronto de casaban y se independizaban, y los pequeños eran cuidados por las hermanas mayores.
Nació y se crio bien rodeada, era el centro de atención de su casa, era una muñeca de pelo ondulado de color castaño claro, que sus hermanas cuidaban y mimaban. Niña despierta, feliz y algo traviesa. Su papá la vestía de Lacost y le compraba tebeos los días que paseaban por la explanada juntos, le encantaba contarlo.
En verano se subía con el autobús “Agostense” a Relleu, donde antes de llegar al pueblo el conductor la paraba al inicio de un caminal de tierra, que le llevaba a ese paraíso que le esperaba. La tía Rafaela, como ella llamaba, que la cuidaba como una hija más, la recibía en la Viña, una casa grande, una casa con vida, con olor a comida casera y a gallinero.
Allí disfrutaba de libertad, la libertad que te da un pueblo, de ir con amigos a saltar bancales sin importar la hora o el calor. Ella disfrutaba aquello como nadie, se hizo con el pueblo y el pueblo se hizo con ella.
Con el tiempo llegó un matrimonio, una hija y un despacho de pan-cafetería, llamado “Bon Día”. Fueron años plenos, como cualquier mujer creó y cuidó de su familia. Luego luchó contra fuerzas muchísimo más grandes que ella. Se endureció y fortaleció por las circunstancias. Cogió el timón de un negocio, que peleó y disfrutó a partes iguales durante unos 18 años. No eran tiempos fáciles para una mujer autónoma. Pero hizo de su negocio un lugar de reunión, de conversación, de desahogo y apoyo, aparte por supuesto de servir cafés y vender pan. Pero os puedo asegurar que muchas veces, la gente iba a verla a ella, su alegría, su vitalidad, su postura crítica ante las injusticias… Dejaba huella a quién conociera, eso sin duda.
El crecimiento del pueblo, y ciertos cambios más, hizo que el negocio que maduró a esta mujer y acompañó a medio barrio, se cerrara. Media vida hecha a su propia dirección y gestión no hizo fácil reubicarse, aunque lo probó todo. Pero bien se sabe que una mujer con cierta edad, ya no se la reconoce como se debe.
Aún así, su energía y su alegría no cesaban, no paraba de idear, su cabeza se hervía de ideas constantemente, si no era un negocio de material dental, uno de multiservicios, trabajando de comercial, de cuidadora… Personalmente no lo entiendo cómo lo hizo, no entiendo cómo salía cada día con esa actitud de comerse el mundo, creo que era un Don.
Hasta que llegó el día de la noticia, la noticia que te cambia la vida, aunque no quieras. El cáncer. Su mirada frente al bicho (como ella lo llamaba) era firme, lo quería vencer de todas todas, estuvo cerca, prácticamente libre de él durante los meses de la pandemia, hasta que el bicho rebrotó.
Aun así, su actitud fue envidiable, daba ánimos a los de su alrededor, trivializaba la enfermedad, en cuanto podía, quería salir, vivir y compartir. La clave era esa, compartir siempre que fuera posible, sus risas, sus quejas, unas cervezas (pese a que ya no las saboreaba bien) … Por tanto, pese a todos los obstáculos, aunque le doliera levantarse, aunque el mundo le pisara con su devastadora fuerza de cruda realidad, su lema de vida fue VIVIR.
Carta-homenaje de su hija Andrea Calpena Garrigós.
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